Controlad, controlad malnacidos
Los que saben quién soy saben también que actualmente estoy empleado en una empresa cuya plantilla está formada, entre otros, por ingenieros técnicos e ingenieros superiores de las especialidades Industrial (Electrónica y Electricidad), Telecomunicación e Informática, afortunadamente también hay Físicos ( 😉 ) y licenciados en otras áreas (Filologías o Administración de Empresas se me ocurren en este momento). Pues bien, el cometido de los ingenieros en esta empresa es diseñar, fabricar y mantener equipos electrónicos y ópticos de, digamos, alta tecnología. Puede deducirse que el personal de mi empresa y del resto de las empresas del entorno es altamente cualificado y que nuestro trabajo está debería estar remunerado en consecuencia (por esto y por el margen de beneficios que dejan estos productos). Funcionariado aparte, lo que toda madre ejerciendo en la época de la masificación universitaria habría anhelado para el futuro de sus hijos, vaya.
Por otro lado, para alguien que ha estudiado una carrera técnica y que le gusta lo que ha aprendido es muy gratificante aplicar esos conocimientos en su día a día y demostrarse que es capaz de desarrollar diseños, depurarlos, verlos crecer y, finalmente, encontrarlos fabricados, probados y entregados al cliente (a veces es mejor no saber adónde van, eso es cierto). Le gusta también percibir que es valorado por sus jefes y por sus compañeros y aun por el cliente. Al fin y al cabo, estudió una carrera tenida por «difícil», ha conseguido un puesto entre varios candidatos, lleva un tiempo desarrollando lo que de él se espera y sigue aprendiendo. Más allá, comulga con ruedas de molino yendo a trabajar fuera del horario regular sin remuneración extra: las horas son extraordinarias, el sueldo —1 473,20 € netos mensuales— no lo es y la gratificación por horas «extra» no existe; y le toca prostituir su derecho de comer en necesidad de engullir (esta apreciación es muy particular de quien escribe, quien con mucho dolor de su corazón no concibe disponer de menos de media hora para estos quehaceres; pero esto será objeto de una entrada propia).
Si una persona en esta situación pretende mejorar sus condiciones laborales puede o bien «comunicar sus inquietudes» a sus jefes o al departamento de Recursos Humanos de su empresa, o bien buscar en otro lado, o bien, en último término, hacer una huelga que repercuta en la producción (plazos) o en los beneficios (dinero) de esa empresa y de sus clientes. Sin embargo, me da por pensar que una masa de personas como la que he descrito: profesionales altamente cualificados y demás no comprendan que personajitos como los hijoputitas de los controladorcitos aéreos pidan «aunmejoras» laborales para sus cuerpecitos a cambio de fastidiar unos días de asueto al resto de los mortales. Se me ocurre que podrían «haber carpado diem» los policías del artículo haciendo huelga con servicios mínimos y dejando puntualmente sus defensas y sus no-reglamentarias —ya saben: las de asuntos propios— en la recepción del hotel a disposición de quienes se las han pagado. ¡Corriendito iban a acudir los interfectitos a cumplir con sus obligaciones!
También me da por pensar que una masa de personas como la que he descrito: profesionales altamente cualificados y demás, terminan habitualmente sus escaramuzas con RR.HH. pidiendo número en la fila del I.N.E.M. Estas otras personitas, en cambio, no hacen cola sino que negocian directamente con los ministros y necesitan una amenaza de cárcel para volver al redil.
¿Qué le parece a usted? Yo tenía contratado un vuelo de ida y vuelta a Berlín, junto con otras quince personas, con alojamiento incluido y no era precisamente escribir esta entrada en mi bitácora en lo que tenía pensado emplear mi puente de la Prostitución. Quizá añada supuestos en mi entrada sobre la pena de muerte…